Este período de pandemia ha puesto en relieve "la solidaridad", como palabra o como expresión en lo individual y en lo colectivo. La solidaridad, como cualidad implícita o como manifestación circunstancial. La cualidad implícita suele permanecer latente hasta que un hecho extraordinario lo explicita, lo lleva a manifestarse (Adhesión circunstancial a la causa de otros).
Pero es condición necesaria el hecho extraordinario? Apreciar la solidaridad como cualidad implícita vibrante y permanente, hará que sea percibida y se transforme en una manifestación colectiva habitual. La solidaridad así entendida se asocia a la esperanza que permite avisorar como alcanzable lo que deseamos. Lo que deseamos para un colectivo social en un contexto de equidad. El colectivo social que puede leerse como comunidad barrial, conjunto ciudad o país. El interrogante del momento es: ¿cómo será " la nueva normalidad", cómo reaccionará el pueblo, cuál será el estado de ánimo?. De desconfianza, duda, desazón...optimista, esperanzado. Primará la esperanza o la frustración?. Veremos a nuestro país como el que nos empuja a emigrar o el que nos reclama presencia para afrontar lo que viene? . Cualquiera sea el camino elegido presentará obstáculos, dificultades. Uno de ellos sumará el desarraigo, el otro el desafío de convocar a la esperanza.
LA VIDA
La vida, como una concepción de existencia biológica debe estar ligada al concepto de "vida como principio de convivencia pacífica y bienestar general". Desde la desaparición de la denominada guerra fría, durante la cual el equilibrio de las superpotencias mantuvo al mundo en un marco de escasos conflictos bélicos, los enfrentamientos tomaron características diferentes a las tradicionales conocidas hasta la segunda guerra mundial. El uso de armas no convencionales, la guerra de las galaxias, la guerra bacteriológica, los hombres bombas, entre otras cosas, establecen diferencias. Las guerras desatadas por el poder económico, por actitudes fundamentalistas, pusieron a "la vida" como un valor secundario. Sumado a esto, la injusta distribución de los recursos en la población de muchos países concluyó en la ruptura del tejido social, deviniendo en conflictos internos con violencia creciente y desprecio total de la vida del prójimo. La guerra en sí troncha vidas, acaba con la existencia de personas. En países sin guerra , pero con falta de justica social, donde priman el hambre, las enfermedades, la falta de educación, la vida se troncha por falta de esperanza, por la pérdida de dignidad e identidad.
En oposición a esta situación, que se vive en sus distintas expresiones en todo el mundo, aparecen organizaciones que promueven la reparación de esos desequilibrios con el fin de mejorar la vida. Apostar a la vida implica no sólo la creencia en valores superiores, sino fundamentalmente un concepto de solidaridad para el conjunto de la humanidad. Pensar en el desarrollo y crecimiento armonioso de nuestros niños, preservar el medio ambiente, potenciar los recursos económicos y ponerlos a disposición del ser humano han de conformar el núcleo del pensamiento que guíe las acciones. La justa distribución de los recursos promueve en general un estado de bienestar y la educación sustentada en esos valores, seguramente permitirá direccionar las acciones de los hombres, de los países, a una convivencia pacífica con respeto y tolerancia hacia las diferencias culturales y sociales de cada pueblo o nación. Apostar a la vida es sinónimo de creación, de nacimiento, de belleza, de amor recíproco, de armonía espiritual y también de crecimiento económico. Esta concepción amplia de "la vida" nos coloca ante la posibilidad de actuar desde los diferentes ámbitos en función de una escala de valores que contenga a nuestros semejantes, orientados al desarrollo armónico de la comunidad, que haga bien y nos haga sentir bien, en definitiva que nos permita expresar ...; ¡esto es vida!.