“EL PASO POR ESTA COMUNIDAD DE PRINGLES, ME HA PERMITIDO CRECER, APRENDER Y CONOCER”
 “EL PASO POR ESTA COMUNIDAD DE PRINGLES, ME HA PERMITIDO CRECER, APRENDER Y CONOCER”
PERFILES
Éstas fueron las palabras del cura Párroco local Pedro Fournau, quien hoy estará celebrando las últimas misas en nuestra ciudad, antes de pasar a cumplir funciones en la Arquidiócesis de Mercedes,  después de más de 3 años al frente de la parroquia Santa Rosa de Lima. "Quiero dar las gracias a cada uno que me recibió, que me ayudó a hacerme vecino, amigo, padre" ¡hermano! Gracias de corazón", expresó.
Después de poco más de tres años de intensa actividad religiosa,  donde la comunidad de Coronel Pringles recibió al Padre Pedro Fournau con los brazos abiertos, hoy lo estará despidiendo de la misma manera y con el afecto que supo ganarse durante este tiempo. Su simpatía, bondad y preocupación por los que más lo necesitan, llevaron al Padre Pedro a ser muy querido y no sólo dentro de la comunidad religiosa, sino por todos los intregrantes de la comunidad, ya que se involucró en la vida social y sobre todo en aquellos sectores que estaban más necesitados, llevando adelante diferentes campañas solidarias, siempre para tender una mano a quienes más sufren, y eso quedó demostrado a lo largo de la pandemia por el Covid-19.  Durante la pandemia, no bajó los brazos y siguió celebrando las misas cada día, llegando a la comunidad de una manera diferente, a través de la televisión y de las redes sociales, oficiando las misas sin público, pero llegando a cada hogar con un mensaje de fe, lo que hizo que las familias se unieran y se sentaran frente a una pantalla a escuchar su palabra, en tiempos difíciles como los que atravesamos durante todo el 2020.  Ahora, lo esperan en la Arquidiócesis de Mercedes,  la casa donde se forman los seminaristas, que pertenecen a la  arquidiócesis de Bahía Blanca, y a las diócesis de Azul, 9 de Julio y el Castrense.
Es así que tras disfrutar de unos días de vacaciones junto a sus seres queridos, en la jornada de hoy, el Padre Pedro estará celebrando sus últimas misas en nuestra ciudad antes de partir, como por ejemplo la de  las 9 horas, en Capilla María Auxiliadora;  la de las  11 hs  y  la de las 20 horas, estas últimas en la Parroquia Santa Rosa de Lima.

El Padre Matías Pardo, Párroco de la Iglesia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de la localidad de Darregueira, será quien reemplazará en sus funciones al Padre Pedro y en los próximos días estará arribando a nuestra ciudad, para quien Fournau solicitó que sea recibido de la mejor manera, tal como lo recibieron a él hace 3 años atrás.

Es así que en la entrevista de Perfiles de "El Diario de Pringles" conoceremos más a fondo la vida del Padre Pedro, los motivos que lo llevaron a seguir por  el camino de la religión y de la Fe y de cómo fue su paso por Coronel Pringles y que rescata de estos tres años de vivencias  en nuestra localidad. 

-¿En qué ciudad se crió?

Nací y me crié en Coronel Dorrego, tengo mis padres ahí, una hermana menor que ahora está viviendo en La Plata,  está casada, y es mamá. Ahí transcurrió toda mi infancia y mi adolescencia. Fui a la Escuela Nº 1, a la que fue mi papá también y toda la secundaria la hice en la Escuela Técnica.  Toda mi infancia y adolescencia transcurrió, entre Dorrego y el campo de mis abuelos maternos, ya que vivieron toda su vida en una zona rural, entre Dorrego y Oriente. Ahí cerca vivían en el campo mis abuelos,  y era el lugar del fin de semana, de las fiestas, navidades, donde se festejaban los días de la Madre, y el lugar de las vacaciones,  muchas veces también. 




-¿Qué hizo, una vez que terminó el secundario?

Me fui  a estudiar Abogacía a Bahía Blanca, en el segundo año dejé, y ahí me doy cuenta que quería otra cosa, pero no alcanzaba a ver claramente por dónde iba mi vocación,  entonces me volví de Bahía un poco con incertidumbre de no saber qué estudiar. Cuando me fui a estudiar a Bahía me hice muy amigo de un chico de acá, con el cual seguimos siendo amigos, Iñaqui Letona, siempre conservamos un vínculo muy lindo. Después empiezo  a estudiar para ser maestro, porque yo soñaba un poco con eso, con hacer servicios, con una escuela de fronteras, entonces me puse a estudiar para ser docente, y para ese entonces,  me había vuelto a Dorrego, y me puse a estudiar para hacer también algo de Ciencias Sociales. Me encantó la docencia, cuando terminé la carrera de maestro de primaria, me salió la posibilidad de trabajar en Bahía, así que estuve en varios colegios,  mientras seguí haciendo algo de sociales. La docencia me ayudó a descubrir que estaba llamado como a una vocación de servicio, de trabajo con la gente. La docencia me permitió descubrir lo que solemos denominar la paternidad espiritual, darte cuenta que, no sólo se es padre biológicamente, sino también generando vínculos, acompañando el crecimiento de chicos, de personas, eso lo descubrí en la docencia y fue muy importante para después poder animarme a tomar esta decisión  de ingresar al seminario.  A esa altura tenía 27 años, había estudiado, estaba trabajando y viviendo en Bahía, más o menos instalado. Siempre había estado vinculado a cuestiones que tienen que ver con la pastoral,  con grupos misioneros, de trabajos con jóvenes. Estando en Bahía, también estuve de novio un tiempo, eso me ayudó también a descubrir que no me veía formando una familia, pero sí quería ser padre.  En el 2005 me fui al seminario, y renuncié  a tres colegios donde estaba trabajando.  El  seminario que es el lugar donde nos formamos los sacerdotes, los de nuestra Diócesis vamos a Mercedes, muy cerquita de Luján. 

-¿Cómo fue la preparación en el Seminario?

Fue difícil tomar la decisión de dejar lo que yo había construido,  el estudio, el trabajo, una vida más  o menos armada, fue difícil animarme a tomar esa decisión, pero también  iba descubriendo que no me sentía  completo. El gran motor muchas veces en este tipo de decisiones vocacionales, es una experiencia interior de insatisfacción, de decir está bien lo que estoy haciendo, estoy laburando, estudiando, pero me falta algo. Una experiencia de querer vivir como más a fondo. Entonces me costó tomar esa decisión, porque significaba un cambio demasiado grande, y que todo lo que había hecho antes, no servía. Cuando logro tomar esa decisión, voy descubriendo que Dios me pedía ésto. De hecho  fue muy providencial que a mí me manden acá, en ese momento yo charlaba con un sacerdote y amigo, que lo conozco desde que  era chico, que era el padre Damián Yani, que estaba en Cabildo,  y que luego de la ausencia de Vicente, él estuvo acá un tiempo acompañado, entonces  el primer lugar en donde yo me animo   a comentarle a un cura que me parece que Dios me estaba llamando a ser sacerdote, fue acá en la Pascua de 2003, en esta misma casa parroquial en la que hoy me encuentro, había venido a charlar con Daniel, que era en ese momento el administrador.  Una vez que me animé a tomar esa decisión, experimenté una paz, una alegría enorme, estuve 7 años en el seminario, fue un tiempo de muchísimo crecimiento, en lo pastoral, lo afectivo, en el conocimiento, porque hay una preparación intelectual también, el estudio del cura no es  solamente hacer una carrera académica, sino también formar una personalidad y los sentimientos de un pastor para la comunidad, no es solo aprender cosas que están en los libros, sino también formarte como persona,  como padre, hermano de la comunidad, cosas que empiezan en el seminario, pero terminan el día que te morís.



-¿Cómo prosiguió luego que terminó el Seminario?

Cuando yo termino en Mercedes, primero la Filosofía y después la Teología,  soy ordenado Diácono, en nuestra iglesia primero el Obispo te consagra como Diácono, como servidor de la comunidad, y  luego de un tiempo, como sacerdote. Seguís haciendo las cosas de Diácono, pero además algunas otras tareas más específicas del presbítero. Cuando soy ordenado Diácono, la comunidad a donde voy a acompañar a otros sacerdotes fue Carhué, desde ahí  atendíamos a varios pueblos de la zona como Rivera, Casbas y Garré, entre otros. Ahí estuve dos años, luego el Arzobispo me pide que vaya a colaborar a la parroquia del Carmen de Tres Arroyos, donde estuve 4 años, y después me pidió que venga para Pringles. 

-¿En qué año fue ordenado como sacerdote?

El 7 de septiembre del 2012, en Coronel Dorrego. No siempre se ordena en la ciudad natal de uno. Por ahí cuando se ordenan dos en vez de uno, se hace la ceremonia en el lugar donde nació uno de ellos. En ese momento se ordenaba un compañero mío de Bahía Blanca, entonces el 8 a la mañana fue la ceremonia en la catedral de  Bahía, con el muchacho que era compañero mío de formación,  y a las 7 de la noche me ordené  en Dorrego. Cuando me preguntó el Arzobispo, quise que sea en mi comunidad, donde había sido  bautizado, donde había pasado toda mi niñez y adolescencia, donde más había crecido en la fe, y donde estaban también mis afectos,  así que fue una fiesta grande para el pueblo. 



-¿Tuvo la posibilidad en algún momento de desempeñarse como sacerdote en Dorrego?

Como hacía Ernesto Mendiondo, yo trato de irme un día a la semana a mi pueblo, pero a cargo de la comunidad no estuve nunca. Yo voy  a mi pueblo a ver a mis padres, a dormir, a comer, a visitar amigos. Pero si hace falta una mano, el Padre Esteban, que es el párroco de allá, muchas  veces me pide algo y  le celebro la misa, pero no me ha tocado  estar a cargo de la comunidad, donde yo nací.


¿Qué es lo que le ha dejado su  paso por Coronel Pringles,  y cuál cree que sea la mejor característica que tiene la comunidad pringlense?

Con respecto a la primera pregunta, resumiría la respuesta en una palabra: crecer. El paso por esta comunidad de Pringles me ha permitido crecer, aprender, conocer. Los sacerdotes tenemos una "formación inicial", diríamos, en el Seminario (el lugar donde voy a trabajar a partir de la semana que viene), pero la formación no termina ahí. Dios, a través de su palabra, y a través de la gente que pone en nuestro camino, va formando el corazón del pastor. Lo que me ha dejado Pringles, en esta bellísima e intensa experiencia de caminar juntos casi 3 años y medio, es un crecimiento. ¡Ojalá yo haya podido aportar en algo al crecimiento de la comunidad, como ha aportado en tanto la comunidad para bien mío!
Respecto de la segunda pregunta, diría que en lo que he podido conocer -ustedes tal vez podrían responder con más elementos a esta pregunta- Pringles tiene tantas cualidades valorables. Cuando uno lo conoce "por fuera", sin vivir aquí, Pringles es para muchos sinónimo de la tradición de los lanares, o para el viajero,  es el sitio donde cargar combustible entre Olavarría y Bahía Blanca. Se lo asocia a algunas instituciones culturales y deportivas señeras, se lo asocia al despeñadero y  a las sierras por su cercanía, y a algunos foráneos les ha empezado a sonar el nombre de nuestra ciudad por algún cuento de César Aira. Pero, cuando uno se hace vecino y miembro de este pueblo (es algo que he intentado vivir desde que llegué),  descubre otras características, que son verdaderas bendiciones. 
Me detendría en 3 o 4, nomás. Lo primero, Pringles sigue siendo un pueblo. Eso que a veces lo vemos como una limitante (en muchos aspectos, las ciudades grandes -como la vecina, y casi absorbente, Bahía Blanca, ofrecen otros y nutridas oportunidades como el estudio), yo creo que es un gran don. Pringles sigue teniendo un ritmo de vida sano, pausado, tranquilo; no es la ciudad que soñamos (ojalá tuviera más posibilidades de estudio y de trabajo, especialmente para nuestros jóvenes), pero está lejos del frenético ritmo de las urbes. Creo que nuestros chicos crecen con un "toque" especial, pueblerino. ¡Es tan lindo ser niño en un pueblo! Un amigo, Carlos Ceretti, escribiendo sobre los chicos de Dorrego (mi pueblo natal) decía que allí se crece con "ojos color a chico de campo"; si pueden, "googleen" ese tango: "ojos color a chico de campo". Acá hay tierra buena para la sencillez y la pureza, esa linda inocencia capaz de convivir con la alegre picardía de nuestros chicos. En un pueblo, nuestros chicos se mezclan en las escuelas, en la plaza y el potrero, en la capilla y en el club. ¡Eso es muy valioso, en un pueblo es más fácil tejer vínculos! Segundo, Coronel Pringles tiene un numeroso y rico conjunto de instituciones intermedias, entre las cuales está la iglesia. Que haya tantas instituciones, y tantas de ellas volcadas a la cultura, la caridad, la niñez y la juventud, el servicio… habla de que muchos no viven "rascándose para adentro",  sino pensando en los demás, y haciendo del servicio, un estilo de vida. Para el cristiano, hay más alegría en dar que en recibir, por eso el buen cristiano,  descubre la felicidad en el servicio. Por último yo he notado que este pueblo es "permeable" a la fe, no es una comunidad fría e indiferente. La fe cristiana, con sus más y con sus menos en nuestro testimonio, es un tesoro para muchos en este pueblo. Por eso lo cuidan, lo celebran, lo anuncian y lo quieren transmitir como herencia a los hijos y los nietos. 



¿Hizo amistades en estos años en la ciudad? 

Muchas, muchas. Ya tenía un par de amigos aquí, pero la hospitalidad de ustedes me ha permitido hacerme amigo de tantos. ¡Incluso de muchos que no son "habitués" de ir a misa! A través del trabajo, de cosas que hemos ido haciendo con instituciones, o por el simple hecho de andar en la calle haciendo un mandado… uno se va conociendo y encariñando. Quisiera darles las gracias por ello.

¿Cómo se prepara para las  últimas celebraciones religiosas de este fin de semana?

Con un corazón agradecido. La palabra "Eucaristía", que es la misa, significa "acción de gracias". Con ese espíritu de gratitud celebraremos las misas, dando gracias a Dios por el camino recorrido juntos. Ha sido una gran bendición que Dios me traiga a este lugar, donde otros hermanos curas (algunos ya han partido, siempre les pido que desde el cielo intercedan ante Dios por esta comunidad a la que amaron), han dejado una gran huella. Esta comunidad deja en mí, también, una huella indeleble, una marca buena que me orientará y acompañará. Por eso quiero dar gracias.



¿Conoce al sacerdote que lo sucederá? 

Por supuesto, ambos somos miembros del mismo presbiterio, ambos somos sacerdotes de la misma diócesis. El Padre Matías Pardo viene de ser párroco en la comunidad de Darregueira, y viene con muchas ganas de sumarse a este camino que vamos haciendo como comunidad. Cuando yo me inicié como sacerdote, después de la formación en el seminario, Matías me recibió como vicario en la parroquia de Carhué. Ahora… me toca a mí ir al seminario como formador, y lo recibo a él para que siga caminando en la comunidad donde yo estaba. Es una linda coincidencia, ayuda a ver la "mano de Dios" en ésto.



¿Qué mensaje le dejaría a la comunidad?

Dar las gracias. Sólo eso, quisiera dar las gracias a cada uno que me recibió, que me ayudó a hacerme vecino, amigo, padre… ¡hermano! Gracias de corazón. Y un pedido, que va por el mismo lado: Así como me recibieron a mí, reciban a este hermano mío Matías. Y así como me han tratado siempre a mí (siempre me he sentido muy respetado, y muy invitado a ser parte de la vida de la comunidad, a formar parte de tantas familias), trátense entre ustedes. Me comprometo a recordarlos siempre en la oración, pidiendo a Dios que bendiga y cuide a cada uno, especialmente a los pobres, los que están solos, los jóvenes y los enfermos. 
En las misas de este fin de semana quise repartir una estampa que para mí es muy significativa, y en el dorso escribir un mensaje que también lo comparto, como deseo que se amplia y extiende, aquí: 
"El sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón" (Papa Francisco, 28/3/2013). Los recuerdo en la oración y rezo por ustedes. Doy gracias al Buen Pastor por cada uno, y por este tiempo de caminar juntos. Los animo a ´seguir andando´, anunciando con la propia vida el Evangelio y construyendo el Reino de Dios en la tierra. Les pido que recen por mí y por las vocaciones, y con afecto los bendigo.



 



EN POCAS PALABRAS

Pedro Ernesto Fournau,  nació en Coronel Dorrego el 7 de julio de 1977, donde se crió junto a sus padres y su hermana menor y donde pasó lindos momentos viviendo en dicha localidad y en el campo de sus abuelos maternos. Allí cursó sus estudios primarios y secundarios para luego trasladarse a Bahía Blanca, donde en principio comenzó con la carrera de Derecho, la cual abandonó para seguir con Magisterio. Fue así que tras recibirse, estuvo dictando clases en la ciudad bahiense y cuando estaba establecido, con un trabajo fijo y una vida dentro de todo armada, el llamado de Dios fue más fuerte y a los 27 años decidió ingresar al Seminario para comenzar a recorrer un largo camino religioso, pero que era finalmente el que tanto estuvo buscando durante años, sin saberlo. Es así que fue ordenado como Sacerdote el 7 de diciembre del año 2012  y después de estar prestando valiosos servicios en diferentes localidades de la región, donde Tres Arroyos fue la última en la que estuvo, llegó hace tres años a nuestra ciudad para hacerse cargo de la Parroquia Santa Rosa de Lima, luego del traslado a Bahía Blanca del Padre Ernesto Mendiondo y hoy se despide para trasladarse a la Arquidiócesis de Mercedes. 

Publicado por EL DIARIO. Más información sobre el autor y los contenidos en este link


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