Estos estados de desequilibrio emocional, se traducen en lo que se conoce como "nivel de estrés y ansiedad no adaptativo".
Los síntomas pueden ser muchos y de muchos tipos; pero sin duda, uno de ellos es nuestra relación con la comida.
En los momentos en que padecemos este tipo de estrés, variamos nuestra manera de comer.
Generalmente, el estrés puede producir dos respuestas relacionadas con la comida:
1) Puede aumentar la ingesta de alimentos:
No solo nos puede hacer comer más, sino hacerlo de manera compulsiva, muchas veces sin existir sensación de hambre. El estrés puede ignorar la sensación de saciedad, por lo que comemos mucho más de lo que nuestro organismo necesita. Además, los alimentos que se ingieren en épocas de estrés suelen ser hipercalóricos.
2) Puede disminuir la ingesta de alimentos:
Parece que el estrés sea capaz de "cerrar el estómago" y, aunque podamos sentir sensación de hambre, pensar en ingerir cualquier alimento nos puede crear tal sensación de náuseas que nos puede quitar, aún más, las ganas de comer.
Estas dos respuestas pueden ocurrir juntas o separadas en distintos momentos.
Pero"? ¿Qué hacer para conseguir que el estrés no afecte a nuestro patrón de alimentación?
1- Ser conscientes de las situaciones que nos impulsan a comer compulsivamente. Para esto podemos recurrir al registro, tanto alimentario como de situación. Esto los permitirá concientizar ese momento.
2- Una vez tengamos localizadas las razones (o pensamientos) que nos llevan al impulso de ingesta, deberemos trabajar para cambiar la respuesta a estos pensamientos. Para ello, desviaremos la impulsividad hacia otras actividades con repercusiones menos negativas. Podemos realizar actividades al aire libre, caminatas, salidas grupales, etc
3- Aprovechando el registro que hemos hecho anteriormente, y que nos ha permitido saber qué tipo de alimentos solemos consumir en estos momentos, deberemos evitar tenerlos disponibles (sobre todo si son hipercalóricos). De esta manera calmaremos el impulso de la comida y lo desviaremos hacia otras actividades menos dañinas. También podemos optar por tener alimentos sanos, como fruta, para poder recurrir a ellos en esos difíciles momentos.
4- Si aún con todo nos cuesta cambiar este patrón de impulsividad, o el periodo de estrés se alarga en el tiempo sin remitir, la solución más recomendada es visitar a un psicólogo que nos ayude a canalizar este periodo.
Nuestras emociones pueden, también, tener presencia en nuestra salud y nuestra figura; es por ello que saber controlar las respuestas a estas emociones es fundamental para tener un organismo saludable.